El artista comprende el aislamiento a que hemos sido sometidos, la energía que nos ha sido asignada para resguardar y utilizar dependiendo las circunstancias, por ello encapsula en cada obra o párrafo que produce, la oportunidad de entablar un diálogo consigo mismo y las distintas voces que encarnan la individualidad, resolviendo por un instante la reflexión que los conmociona, para después abrir el diálogo con el resto de humanidad con la que comparte alguna línea espiritual, sensitiva o intelectual, esperando llegue la oportunidad de responder a las equivocaciones, revelaciones o verdades que se puedan suscitar.

El suceso de mayor importancia para el siglo XX, aplicable a todos los órdenes sociales, fue la Guerra Mundial, la primera y la segunda, ambas con cabida en el mismo siglo. Era ilógico que algo tan impactante no resultase transformador de la forma de vida de la humanidad, pero sobre todo en su forma de entender el mundo. Fue una etapa de crisis periódicas y de enfrentamientos bélicos, pero también de grandes aportes de la ciencia y del pensamiento. En 1902, Sigmund Freud, publica La interpretación de los sueños que pone las bases del inconsciente humano. Unos años más tarde, en 1907, Albert Einstain define la Teoría de la relatividad. A partir de ahí se suceden, con ritmo incesante, descubrimientos que han transformado profundamente la vida del hombre y su concepto del mundo.

De esta manera la expresividad irradiada por los artistas que se desarrollaron en este siglo es justificable; responde a los cuestionamientos en torno a herencia cultural que el excitante siglo XX dejó a los partícipes de la postmodernidad. Las corrientes generadas a lo largo de ese siglo XX y finales del XIX se han denominado vanguardias artísticas-históricas, pues como ya se dijo antes, responden al establecimiento de la historia social de su época y son reconocidas como tales por la forma narrativa, cuya estructura, entendida a partir de lo que se conocía hasta el naturalismo o el impresionismo, sufrió considerables cambios.

Sin embargo, debe aclararse que las influencias que vertieron imposición a “las tres corrientes principales en el arte del nuevo siglo, tienen sus precursores en el período precedente: el cubismo, en Cézanne y los neoclásicos; el expresionismo, en Van Gogh y Strindberg; el surrealismo, en Rimbaud y Lautréamont” (Hausser, 1988: 265).

Respecto a Psicología y Psicoanálisis es importante sopesar la influencia que los descubrimientos en torno a estas ciencias, tuvieron para la mayoría de los movimientos, por ejemplo “…será a partir de Proust, Joyce, Pirandello, Woolf en que los novelistas entrarán a la conciencia de sus personajes, nos descubrirán el inconsciente o los sustituirán, según la teoría junguiana del inconsciente colectivo, por mitos y arquetipos. Se impone, entonces, una poderosa introspección o que aflore un mágico mundo subyacente” (Núñez, 1996: 14). Es difícil definir en ese sentido, saber la precisión o el apego de cada artista surreal o cubista, por ejemplo, para con las teorías, creo más bien que las circunstancias de comprensión del mundo fueron una especie de fuente de la que todos bebieron, observando el movimiento de esa substancia en torno a su realidad.

Las características sociales en común de las diferentes vanguardias pueden limitarse así:

  • Rompimiento de las tendencias del pasado en un afán totalizante de originalidad.
  • Concepción del arte como elemento para transformar el mundo.
  • Elaboración de manifiestos, donde se definen las características específicas y particulares de cada movimiento artístico.
  • Fusión de las diversas manifestaciones artísticas.
  • Renuncia a la ilusión establecida de realidad.
  • Protesta contra la guerra.

Las bases de este período artístico resultan clave para describir el arte actual, determinar las influencias de unos artistas sobre otros. Esta breve descripción generaliza un tema que debe ser revisado para seguir explicando la naturaleza creativa del ser humano.