Angus Stewart ha señalado que el populismo surge como la respuesta política a los efectos destructivos del Capitalismo en una región. Sí, hemos mencionado efectos destructivos, tales como el desempleo, la paulatina pauperización o empobrecimiento de las clases sociales, la privatización de la salud, de la educación, de los recursos naturales, del agua, de la tierra y del trabajo de los hombres en manos de los outsourcing basados en la subcontratación. Avanzando un poco más, diremos que el populismo es la consecuencia al interés del Estado por querer participar en el mercado capitalista como un jugador y no como un regulador de los intereses de los particulares.
"El capitalismo solamente puede ganar cuando se convierte en el Estado mismo," recordaba Fernand Braudel.
El capitalismo y el Estado: una relación perversa
En el capitalismo, la relación campo-ciudad deja ver muy claramente la desigualdad económica, la lucha de poderes, las tensiones sociales de clase y las amenazas públicas que atentan contra el Estado en forma de movilizaciones, manifestaciones, movimientos sociales y revueltas populares. En el populismo, en cambio, las ambivalencias son evidenciadas mediante la acción social y mediante el discurso político que busca concientizar a las masas del lugar que ocupan dentro de la esfera social, de que las necesidades materiales son la base de la desigualdad y que ésta solamente pervive en la injusticia y la impunidad.
Irónicamente los países más pobres son los países más desiguales, con altos índices de corrupción, violencia, inseguridad, servicios de salud paupérrimos, educación de bajo nivel, desempleo, endeudamiento y crisis económica.
En América latina históricamente el populismo surge cuando el capitalismo y el Estado se unen como hermanos en la promoción de salarios mínimos por debajo del costo de productos de primera necesidad, cuando existen políticas fiscales proteccionistas a empresas transnacionales, la pérdida del poder adquisitivo y la devaluación de la moneda frente al dólar.
Aún más, la historia del continente en el siglo XX ha mostrado que en las naciones donde surgen brotes populistas también existen excesivos gastos por parte del gobierno, acompañados de actos de corrupción e impunidad, asociados a una excesiva carga impositiva en la recaudación de impuestos, los impuestos aumentan mientras que el saqueo de las arcas nacionales incrementa proporcionalmente.
El corporativismo de Estado
La política de masas del populismo, tiene su centro de acción en un discurso nacionalista donde la exaltación política de las injusticias, desigualdades y desequilibrios estructurales del capitalismo mencionados anteriormente, se unen con la imposibilidad de las clases medias y bajas por ascender en la esfera social ante una élite empresarial altamente compacta. Cuando se estrechan los lazos entre el capitalismo y el Estado, el corporativismo surge como garante de los lazos legales y burocráticos que engendraría esta nueva alianza. Así, encontramos que la relación Estado-sociedad se torna vertical, mientras que la relación empresa-Estado se vuelve horizontal, lo que permite un control y organización compacta al interior, neutralizando en materia legal cualquier acción social surgida en las bases de dicha verticalidad, haciendo eficaz al corporativismo, gracias a que las grandes corporaciones financieras, sociales, educativas, en materia de salud, se supeditan a la marea del mercado capitalista y no en función de las demandas sociales.
El corporativismo, sin embargo, no puede contener todas las demandas sociales, se debate entre la inclusión y la exclusión social, contradicción que el populismo aprovecha para robustecer su discurso político y nacionalista, accionando en la esfera social mediante movilizaciones que devienen en movimientos sociales que luchan por la resolución de demandas no resueltas.
Con todo lo anterior, hemos podido percatarnos que el populismo es un fenómeno histórico efímero, se extingue pronto aunque sus estragos en las masas son perdurables, depositándose en la memoria colectiva de los pueblos, así, encontramos en México el cardenismo o en Argentina el peronismo. A la distancia, pareciera que el populismo mantiene una imposibilidad a consolidar programas, estrategias, instituciones e ideologías de larga duración.
Sin embargo, en la mayoría de los casos las masas terminan por ser cooptadas en sus demandas desde el corporativismo.
Las recomendaciones de la semana
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