Una de las huellas de santidad mejor roconocidas por la Iglesia Católica es la incorruptibilidad, que de acuerdo a la creencia ortodoxa, es un favor divino otorgado a santos y beatos por el que, al sobrevenir la muerte, el cuerpo se conserva por tiempo indefinido sin mostrar signos de degradación natural. Esta es la premisa detrás de los innumerables relicarios que, en templos católicos de todo el mundo, albergan cadáveres santos por los que apenas parece haber pasado el tiempo. ¿Cuál es el secreto detrás de este extraño fenómeno de conservación?
Lo sacro y lo profano
A diferencia de lo que se creía firmemente en el pasado, hoy se sabe que los cuerpos incorruptos son - en su mayoría - efigies modeladas en cera. Pero su escalofríante aura no desaparece como si se tratasen de un simple objeto. Y la razón pudiera ser mucho más macabra que la idea, demasiado extraordinaria para ser real, de tener ante los ojos un cadáver antiguo que parece más un cuerpo vivo. Sucede que, casi en su mayoría, estos modelos han sido depositarios de los restos mortales de esas personas que la Iglesia afirma fueron tocadas por Dios durante su existencia en el plano mundano. De esta manera, la humanidad de los santos es mucho más palpable y por ende, más perturbadora.
Divina carne
Los artesanos de la iglesia católica perfeccionaron tanto la tarea de crear estos modelos que, en breve, desarrollaron una técnica especial (cera sobre hueso) con la que los esqueletos desnudos de santas como Victoria Mártir de las Catacumbas, consiguieron adquirir una apariencia completamente incorrupta. La efigie de Santa Victoria Mártir, venerada en la iglesia de Santa María della Vittoria en Roma, muestra a través de unos cortes estratégicos lo que llace debajo de una mortecina piel de cera que igual hiela la sangre.
Hablamos de lo que podría ser una mandíbula con dentadura completa y metacarpos que se pierden rumbo a la muñeca.
La muerte presente
Estas efigies sirven de extraño relicario (evocan puntualmente a la carne que es receptáculo del alma en la tradición católica), pero aguardan una voluntad que va más alla de la metáfora y el "engaño" alevoso dice Elizabeth Harper, especialista en reliquias santas y miembro de la Order of the Good Death, un grupo de académicos y profesionales funerarios, cuya misión es la erradicar el temor a la muerte por medio de la familiarización de la sociedad con los procesos que le rodean.
El tratamiento en cera, dice Harper, muchas de las veces pretende presevar "la honesta impresión" que producen los cuerpos santos que han sido recuperados de tumbas antiguas carentes de la bendición y el reconocimiento de la iglesia.
Llagas divinas
Un ejemplo de esto es la efigie en marmol de Santa Cecilia de Trastevere, que aunque no contiene reliquias de la santa, si recrea la supuesta posición que su cuerpo tenía al momento de ser recuperada. De acuerdo con el acta de reconocimiento expedida por el cardenal Niccolo Sfondratti, durante la exhumación en 1599, el cuerpo de la joven santa estaba completamente incorrupto y las huellas de su divinidad (despúes de haber sido martirizada aproximadamente en el año 250 de nuestra era) continuaban supurando sangre fresca, por lo que la iglesia encomendó al escultor Stefano Maderno que crease una obra que diera cuenta de aquella imagen. Si bien no hay modo de comprobar ninguno de los supuestos hechos narrados por Sfondratti, los detalles escabrosos seguirán, sin duda, cautivando por mucho la imaginación de propios y extraños.