El aparato digestivo funciona como una máquina transformadora, de selección y de absorción de alimentos. Este proceso permite el procesamiento de las comidas en elementos simples, por medio de la selección de los diferentes nutrientes, para que sean directamente asimilables y utilizables por parte del organismo. El sistema digestivo es responsable de la absorción final de los nutrientes para suministrar al organismo sus materiales de construcción y de mantenimiento.

Las investigaciones médicas relativas al aparato digestivo señalan que al propio tubo se le suman varios órganos anexos que completan su trabajo: esencialmente el hígado y el páncreas.

Otros órganos que respaldan su funcionamiento en el cuerpo humano son el estómago, la vesícula biliar y los intestinos delgado y grueso.

La boca tritura y degusta los alimentos

El conjunto de las mandíbulas y de los dientes, la lengua y las glándulas salivares forman los primeros elementos indispensables para la digestión. Los dientes comprenden 8 incisivos para cortar, 4 caninos para desgarrar, 8 premolares y 8 molares para triturar, sin contar las muelas cordales o del juicio que no salen antes de los 18 años, pero que normalmente son extraídas por medio de tratamientos de odontología, porque ocasionan dolencias. Los 20 dientes de leche que les salen a los niños, a partir de los 6 años son reemplazados por los 32 dientes definitivos.

Los estudios dentales revelan que a menudo se olvida que estos dientes se fijan en los maxilares, cuyo ajuste recíproco debe ser rigurosamente perfecto, porque los músculos que los accionan y permiten apretar los dientes y masticar, están entre los más potentes del organismo y exigen una exacta simetría de acción.

Los dientes también son tejidos muy vivos, nutridos por vasos sanguíneos y sensibilizados por nervios.

De allí se derivan, a veces, consecuencias dolorosas, pero especialmente una solidez mayor. Mientras, la lengua es un conjunto de músculos, que tienen una movilidad y una sensibilidad excepcionales. Esta movilidad, ante todo, le permite repartir entre los dientes el bocado, también llamado científicamente “bolo alimenticio”, mientras se efectúa la trituración.

La sensibilidad de la lengua le otorga la posibilidad de reconocer y deshacerse, por ejemplo, de una espina de pescado.

Las investigaciones científicas revelan que en la parte posterior de la lengua se encuentra una serie de prominencias, dispuestas en forma de “V”, a las cuales se les llama papilas gustativas. Ellas contienen las terminaciones nerviosas, los calículos gustatorios, que en realidad sólo pueden detectar cuatro componentes del gusto: amargo, ácido, dulce y salado. Pero estas cuatro sensaciones bastan para distinguir en toda su sutileza los alimentos que ingerimos. Sin el olfato, no obstante, el gusto está en gran desventaja.

La función de la saliva durante el proceso alimenticio

En relación a la saliva, se ha comprobado científicamente que contiene una enzima, llamada amilasa, que ataca ciertos componentes de la alimentación, como el almidón y el glicógeno; complementando así químicamente la acción mecánica de los dientes.

Existen cuatro glándulas salivares principales y algunas otras más pequeñas, que se encuentran situadas en relación con la lengua y secretan permanentemente saliva. Las cuatro importantes son las dos submaxilares, ubicadas debajo del mentón y las dos parótidas, situadas detrás del maxilar inferior, delante de los oídos, que son también las que se inflaman cuando hay paperas. Estas glándulas secretan saliva cuando las personas se disponen a comer o aun simplemente cuando se piensa en platos apetitosos.